al oído
ningún cuenco
o cristalina copa
ni aún las milagrosas manos
reunidas para detener el agua
logran llegar al umbral
de donde naces
a tu modo
recibes
arriba te llama la lluvia
en la percusión del techo
a la izquierda lejos, un
pájaro
nocturno
te grita antes de
alcanzar el nido
la ciudad murmura
afuera
a la distancia
sus moderados
ruidos
que distingues
(las mazurcas de mi madre
se diferencian delicadamente
en su semejanza nativa)
y todo lo recoges y
retienes
todo lo reconoces y guardas
en el increíble arcón de
la
memoria
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